¿Qué haces? me preguntaron.
Sin alejar la vista de mi tarea,
respondí a secas. Quemo cuerpos.
¿De quién? me volvieron a
preguntar.
Las personas que fui y a las que
dejé atrás, respondí.
Mis manos olían a gasolina.
Quería ahogar mi mente en ella, o secar mi lengua en el humo.
Pero era yo quien permanecía ahí
y los cuerpos eran los que se quemaban, desmembrados, y mi mente ahogaba.
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