Mostrando las entradas con la etiqueta 2015. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta 2015. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de mayo de 2017

Me asusta

No debes saber lo que escondo detrás de mi alma, si hay o tengo tal cosa.
Me asusta pensar que seamos carne y hueso.
Me asusta pensar que no hay un otros, que todo sea producto de mí.
Que esté realmente sola.
Que quizás la luna volviéndose roja se solo yo volviéndome loca, para mi propio entretenimiento, un espectáculo de mi mente.
No debo ver lo que se me escapa detrás del alma, detrás de la cabeza o de la espalda, donde no puedo ver, o quizás dentro de la carne, en el polvo de mis huesos.
La manía de pensar me asusta. Me asusto de mi misma.

No sé qué haría si algún día viera ahí… ¿Dejaría de ser yo… perdiendo mi miedo?

Luz eléctrica

Encuentro curiosos que encontremos más antinatural que el cielo, en pleno día, se oscurezca por nubes, a la luminiscencia del cielo en las noches por las luces de las calles. Al final, nos terminamos acostumbrando más a la luz eléctrica que a la oscuridad de día.

20/11/15

Somos los últimos humanos, después vienen los autómatas; o al menos eso fue lo que dijo.

09/12/15

What a soft fall it would be,
a moment of ingravity
before the pain.
----------------------------------------------------
Qué caída más suave sería,
un momento de ingravidez

antes del dolor.

The last of them

And the last I see of them are stars on the morning sky and a couple of lights dancing, fading away. My home welcomes me with open arms that I would never un-see.

A soft murmur of music while I hear the last of their voices, their laughs. The tense atmosphere between my friends it’s an implicit farewell that none of us is going to dare to speak.

18/11/15

Estaba cocinando. cortando pollo. sentí la carne bajo mis unas, cómo se separaba al pasar el chuchillo por ella. Y me pregunté qué lo hace distinto, qué lo haría distinto si fuese carne humana.
Porque… ¿No comemos animales porque los consideramos inferiores de alguna manera? ¿Qué tan distinto sería si no fuese así? Si no nos consideráramos superiores, si no nos separáramos de la categoría animal, nos dejamos. O quizás, iguales entre sí.
¿Nos dejaríamos consumir en algún acto de retorcida devoción? ¿Ser consumidos por el amado sería un alago, un coqueteo? ¿O seríamos destrozados y desgarrados por animales y como animales, sin siquiera poner resistencia?

                - pensamiento sobre Hannibal

No existo (o papel maché)

No puedo tocar gente en sueños,
no puedo sentir su piel.
Cuando te toco siento papel maché.
No recuerdo haber sentido tus labios. Tus dedos raspan mi piel.
No existo, me respondes con una sonrisa burlona en la boca.

Yo te sonrío estúpidamente y sigo mirando el atardecer.

Inmortal

Hay un hombre en la esquina, sentado sobre una pila de huesos. Él los cuenta y limpia con un viejo cepillo y un café humeante al lado. Es un hombre viejo y ya le cuesta caminar, las arrugas bajo sus ojos cuentan sus años. Siempre viene los martes, al igual que yo.
                Lo saludan los huesos más antiguos, los restos de un fémur, media mandíbula, un omóplato roído y un par de dientes; todos siguiendo el circulo de la mesa.
                Tenía una pila de dientes que estaba inclinándose hacia su café y él la enderezó con delicadeza maternal. Las mesas a su alrededor se vaciaron rápidamente cuando él empezó a usar otras mesas a su izquierda para colocar más huesos amarillos y roído, otros blancos y pulidos. También había un mechón de cabello atado con un lazo azul que parecía de recién nacido.
                El café estaba casi vacío y los meseros solo atendían las mesas al aire libre.
                Cuando el hombre terminó había dispuesto de 229 huesos y tres mechones de cabello en 8 mesas. Se había sentado en una silla cuando los huesos se acabaron. Levantó la taza de café hace tiempo frío. Y se levantó él también, mirando todos los huesos y los cabellos, deteniéndose en cada uno de ellos, dedicándoles una sonrisa única a cada uno, un recuerdo a todos. Brindó con el café y el rostro a punto de romper en  llanto. Brindó por cada uno de ellos con la tristeza de cada uno, por los recuerdos que nunca se desvanecen de la mente de un inmortal. Porque el precio es ese, llevar contigo a quienes haz amado.
                La luz del sol se reflejó sobre el oro engarzado de la falange de un dedo corazón. El engarce había sido un anillo si no mal recuerdo.

                Y ese martes me tenía que ir, porque tenía un funeral al que asistir y un dedo que cortar.

Paranoia: Celular

Van a robar un celular. Con ese pensamiento salí de casa. Llaves, billetera, celular… ¿celular? Bien, bien, listo. Caminemos. El paradero,  la gente, la micro. Entonces entendí: robarían un celular en la micro.
Así todos eran sospechosos. ¿me iban a robar el celular a mí? Ese hombre era sospechoso, vestido todo de negro; otro con jeans azules, ese veía el celular de la mujer  embarazada cerca de la puerta. O la chica que revisaba sus redes sociales. O el hombre de la izquierda que cambiaba la música.
Era el celular. Todos tenían celular, todos tenemos y todos mirábamos los de los demás como adictos en abstinencia. ¿Cómo podría ser que solo uno de nosotros fuera a robarlo cuando todos somos sospechosos?
Era el celular, la idea, es decir, la idea del celular. Todo tan fácil, todo tan rápido, tan a la mano.
El mío vibró  en mi bolcillo. Me había llegado un mensaje, pero no lo saqué; iban a robar un celular pero no sería el mío, no lo permitiría, la cosa esa era cara y era mía. Y los celulares de los demás eran suyos… y aún así parecían tan cercanos.
El hombre de ahí tenía el mismo modelo que yo.
Tuve que callar mis pensamientos.
Pasó el tiempo, el lento vaivén del bus, la gente que sabe, sube y baja, los paraderos, sus celulares.
Me estaba volviendo loco. El mensaje  en mi bolcillo y la gente  a mi alrededor.
Pasó el tiempo, lo mismo, pero sentía que el momento del robo se venía: iba a ser en algún momento entre el siguiente paradero y seis antes de mi parada.
Si me bajaba ahora no me robarían el celular en la micro. Si me quedaba hasta mi bajada, me lo podrían robar, pero también recorrería seis paraderos a salvo. ¿Qué era mejor? Tendía que caminar mucho o tomar mucho riesgo, porque sé que a alguien le van a robar el celular. ¿A quién? Todos somos víctimas. ¿Quién? Todos son sospechosos. Pasaron dos paradas, me rindo.
Entonces había una tercera opción. Los celulares de todos estaban cerca. Y me moví solo. No. Me moví  por la urgencia de ver el mensaje en mi bolcillo y el miedo a sacarlo.
                Todavía faltaban nueve para mi paradero y me paré frente a la puerta. “Disculpa” “Permiso” “¿Puede presionar el botón, que no alcanzo?” Estaba ahí, sabiendo qué hacer pero no cómo. Uno. Se abrió la puerta y contuve la respiración… Dos. Tantos celulares, tan cerca… Tres, un segundo eterno. Era la única forma de escapar.
                Corrí una cuadra hasta detenerme. Lo había logrado. Había escapado y besé el celular en mis manos, emocionado y dándome cuenta que era el celular de la mujer embarazada.
                Grité y lo tiré a la calle, donde un auto lo hizo trizas.
                Y mi celular sonó de nuevo. Nervioso lo saqué del bolcillo.
                Batería baja y un mensaje de texto de la compañía con una promoción inútil. Suspiré y lo guardé. Caminé a mi destino, iba a llegar tarde.

                A alguien le robaron el celular en la micro y había sido mi culpa.

Publicidad

Una caminata. Un día ocupado. Me detuve en medio de la vereda. El ruido de los autos y las luces de los semáforos me atontaban un poco.  Un anuncio me hizo detener. No era nada especial. “Venta de repuestos electrónicos”.  Pero todo quien pasara por la calle lo veía, todos sus ojos habían estado ahí. Y entonces, viví mil vidas.

Reflexiones de fin de año: Cuerpos

Es verdad que se vuelve más difícil despertarse en las mañanas. 6 am, arriba y a vestirse. 7 am, en el paradero.
                Es como cuando uno corre en los sueños y sientes que no avanzas, es frustrante. Te cansas más y más solo por una silla coja en la que sentarse; prácticamente igual que correr para que se te pase la micro, pero al menos hay un asiento en el paradero y está lloviendo. Es algo.
                Uno, si piensa este tipo de cosas calmadamente, se da cuenta que son, en su mayoría, solo tonterías y simbolismos tradicionales. “El fin de una etapa”, “el inicio de la adultez”.
                No digo que no me de miedo, lo hace y de eso estoy segura. Pero es verdad, son tonterías; la vida sigue y tú sigues siendo el mismo, o sea, si en cualquier momento es posible seguir siendo el mismo, relativamente hablando.
                Que uno tenga que enfrentarse a la obligación -¿o es una opción? Todavía no estoy segura- de pensar sobre el futuro puede ser a) muy fácil o b) extremadamente complicado. Encuentro improbable encontrarse en el medio.
                Entonces, uno toma la alternativa a) o la b)  y sigues con tu vida, quieras o no. Y una universidad no es mi vida, ni una carrera o un año sabático, el tema es “qué hacer con mi vida” y toda la patraña existencial y filosófica que lleva consigo. Si hay suerte, lo descubres en algún momento. Si tienes el valor suficiente, aceptas y declaras tu ignorancia. Si no,  decides y esperas estar seguro.
                Y es el futuro de lo que no quiero pensar, precisamente, porque se me hace más difícil levantarme en las mañanas y es más fácil seguir aplazándolo. Eso me trajo aquí –a este momento y a estar escribiendo esto – y a la opción b).
                Creo explicarme. Sigo corriendo detrás de la micro - ¿o es adelante? Ya no entiendo muy bien las direcciones. – y, todavía, solo para que se pase, para encontrarme con el paradero vacío y a otra persona que también se le pasó. El punto no es el que se haya pasado la micro, uno puede dejarla pasar o correr más rápido y alcanzarla, es el correr con esa desesperación incoherente por lo que sabes que va a pasar de nuevo en 15 minutos. Y después, mirar atrás y encontrarte con cientos de cuerpos con tu cara.
Por eso dudo si llegamos a seguir siendo los mismos. Dejamos cuerpos atrás, cuerpos que usaron tu cara, o que más bien, que tú los usaste. Quizás una cara un poco distinta, una sonrisa más alegre o menos torcida, o una con el ceño menos fruncido, una con ojos menos soñadores y una un poco más sabia - ¿o maltrecha? - . Cuerpos como cáscaras vacías que se quedaron en el recuerdo de todos los que conocimos y que quizás dejamos atrás. Dramático, ¿no? Lo encuentro cierto, de todos modos.

                Pero, si me fijo  bien, estos cuerpos no son lo único que encuentro cuando miro hacia atrás  buscando a otras personas que corrieron por la micro - ¿o seguimos corriendo? -. Veo también una manada de simios apestosos con la respiración agitada que corrieron detrás de micros distintas a la mía. Apesto yo también. Asquerosos y disgustantes monstruos que no reconozco más que a un reflejo en agua turbia. Y aun así, corrieron con la misma desesperación que una presa a punto de ser comida, que corrieron por algo inevitable,  y aunque no lo parezca, en algún modo retorcido y hermoso, corrieron igual que yo.

Apagar un cigarro

Hay una cuestión interesante en apagar un cigarro, ¿no? La sensación de aplastar las brasas, extinguir la flama, acabar con lo que uno ha consumido. Es mucho como la vida, solo que de apagar un cigarro uno sale victorioso. Sigue ahí para ver la ceniza, la mayor parte de las veces.
Ahí es cuando la cuestión se pone complicada. Si uno no logra apagar la brasa, si sigue echando humo después de aplastarla y reducirla, hay que casi quemarse los dedos para que deje de ser.
Insisto, mucho como la vida, o la muerte.


07-09-2018

I feel bitter I feel like a dirty old rag that only bickers I should get that whiskey to feel as shitty as I deserve