domingo, 7 de mayo de 2017

Inmortal

Hay un hombre en la esquina, sentado sobre una pila de huesos. Él los cuenta y limpia con un viejo cepillo y un café humeante al lado. Es un hombre viejo y ya le cuesta caminar, las arrugas bajo sus ojos cuentan sus años. Siempre viene los martes, al igual que yo.
                Lo saludan los huesos más antiguos, los restos de un fémur, media mandíbula, un omóplato roído y un par de dientes; todos siguiendo el circulo de la mesa.
                Tenía una pila de dientes que estaba inclinándose hacia su café y él la enderezó con delicadeza maternal. Las mesas a su alrededor se vaciaron rápidamente cuando él empezó a usar otras mesas a su izquierda para colocar más huesos amarillos y roído, otros blancos y pulidos. También había un mechón de cabello atado con un lazo azul que parecía de recién nacido.
                El café estaba casi vacío y los meseros solo atendían las mesas al aire libre.
                Cuando el hombre terminó había dispuesto de 229 huesos y tres mechones de cabello en 8 mesas. Se había sentado en una silla cuando los huesos se acabaron. Levantó la taza de café hace tiempo frío. Y se levantó él también, mirando todos los huesos y los cabellos, deteniéndose en cada uno de ellos, dedicándoles una sonrisa única a cada uno, un recuerdo a todos. Brindó con el café y el rostro a punto de romper en  llanto. Brindó por cada uno de ellos con la tristeza de cada uno, por los recuerdos que nunca se desvanecen de la mente de un inmortal. Porque el precio es ese, llevar contigo a quienes haz amado.
                La luz del sol se reflejó sobre el oro engarzado de la falange de un dedo corazón. El engarce había sido un anillo si no mal recuerdo.

                Y ese martes me tenía que ir, porque tenía un funeral al que asistir y un dedo que cortar.
Escrito en 2015

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07-09-2018

I feel bitter I feel like a dirty old rag that only bickers I should get that whiskey to feel as shitty as I deserve