domingo, 7 de mayo de 2017

Paranoia: Celular

Van a robar un celular. Con ese pensamiento salí de casa. Llaves, billetera, celular… ¿celular? Bien, bien, listo. Caminemos. El paradero,  la gente, la micro. Entonces entendí: robarían un celular en la micro.
Así todos eran sospechosos. ¿me iban a robar el celular a mí? Ese hombre era sospechoso, vestido todo de negro; otro con jeans azules, ese veía el celular de la mujer  embarazada cerca de la puerta. O la chica que revisaba sus redes sociales. O el hombre de la izquierda que cambiaba la música.
Era el celular. Todos tenían celular, todos tenemos y todos mirábamos los de los demás como adictos en abstinencia. ¿Cómo podría ser que solo uno de nosotros fuera a robarlo cuando todos somos sospechosos?
Era el celular, la idea, es decir, la idea del celular. Todo tan fácil, todo tan rápido, tan a la mano.
El mío vibró  en mi bolcillo. Me había llegado un mensaje, pero no lo saqué; iban a robar un celular pero no sería el mío, no lo permitiría, la cosa esa era cara y era mía. Y los celulares de los demás eran suyos… y aún así parecían tan cercanos.
El hombre de ahí tenía el mismo modelo que yo.
Tuve que callar mis pensamientos.
Pasó el tiempo, el lento vaivén del bus, la gente que sabe, sube y baja, los paraderos, sus celulares.
Me estaba volviendo loco. El mensaje  en mi bolcillo y la gente  a mi alrededor.
Pasó el tiempo, lo mismo, pero sentía que el momento del robo se venía: iba a ser en algún momento entre el siguiente paradero y seis antes de mi parada.
Si me bajaba ahora no me robarían el celular en la micro. Si me quedaba hasta mi bajada, me lo podrían robar, pero también recorrería seis paraderos a salvo. ¿Qué era mejor? Tendía que caminar mucho o tomar mucho riesgo, porque sé que a alguien le van a robar el celular. ¿A quién? Todos somos víctimas. ¿Quién? Todos son sospechosos. Pasaron dos paradas, me rindo.
Entonces había una tercera opción. Los celulares de todos estaban cerca. Y me moví solo. No. Me moví  por la urgencia de ver el mensaje en mi bolcillo y el miedo a sacarlo.
                Todavía faltaban nueve para mi paradero y me paré frente a la puerta. “Disculpa” “Permiso” “¿Puede presionar el botón, que no alcanzo?” Estaba ahí, sabiendo qué hacer pero no cómo. Uno. Se abrió la puerta y contuve la respiración… Dos. Tantos celulares, tan cerca… Tres, un segundo eterno. Era la única forma de escapar.
                Corrí una cuadra hasta detenerme. Lo había logrado. Había escapado y besé el celular en mis manos, emocionado y dándome cuenta que era el celular de la mujer embarazada.
                Grité y lo tiré a la calle, donde un auto lo hizo trizas.
                Y mi celular sonó de nuevo. Nervioso lo saqué del bolcillo.
                Batería baja y un mensaje de texto de la compañía con una promoción inútil. Suspiré y lo guardé. Caminé a mi destino, iba a llegar tarde.

                A alguien le robaron el celular en la micro y había sido mi culpa.


Escrito en 2015

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07-09-2018

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