Era
tarde. Bueno, tarde para ella, no eran más que las cinco. Caminaba su camino a
casa. Miró sus pies, el cielo y a su derecha. Una paloma cruzaba la calle
caminando. Un pequeño grupo de personas estaba a su lado. No se había percatado
de sus existencias. Seis personas
sentadas en el cemento, mirando a la paloma, esperando que llegara a
ellos. El ave daba un paso y se detenía,
esperaba que pasara un auto y… parecía reventarse bajo una rueda.
¿Por qué escoge caminar por la calle, llena
de autos, cuando tiene alas? ¿Por qué, si puede volar a lugares desde los
cuales, ser terrestre, nunca verá? ¿… cuando está dotada de una libertad menos
ilusoria que la nuestra?
Se
sentó a ver a la paloma. ¿Por qué no
batía sus alas? Una paloma no debía caminar, no así, no ahí. De nuevo, casi
la arrollan.
El
público, confuso y excitado, la paloma va a tocar la vereda. Sube una pata y…
se detiene. Mira a los ojos de su audiencia.
Para
ella, ojos rojos sin ningún sentido. Parecía que lo hacía porque podía, por hacerlo, para mostrarse capaz de caminar.
La
gente se aprieta más para ver el paso final de la paloma. Y salta. Se va
volando.
Uno
a uno, vuelven a ser. Se van. Todos tenían un camino. La paloma fue solo un
episodio más.
Ella
se levanta también. Todo su cuerpo se mueve a donde estaba la paloma y empieza
a caminar por la calle.
En
la vereda, un grupo de palomas se reúne.
La
observa.
Ella
abre los brazos. Y salta…
Escrito entre 2014-2015
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