Es
verdad que se vuelve más difícil despertarse en las mañanas. 6 am, arriba y a
vestirse. 7 am, en el paradero.
Es como cuando uno corre en los
sueños y sientes que no avanzas, es frustrante. Te cansas más y más solo por
una silla coja en la que sentarse; prácticamente igual que correr para que se
te pase la micro, pero al menos hay un asiento en el paradero y está lloviendo.
Es algo.
Uno, si piensa este tipo de
cosas calmadamente, se da cuenta que son, en su mayoría, solo tonterías y
simbolismos tradicionales. “El fin de una etapa”, “el inicio de la adultez”.
No digo que no me de miedo, lo
hace y de eso estoy segura. Pero es verdad, son tonterías; la vida sigue y tú
sigues siendo el mismo, o sea, si en cualquier momento es posible seguir siendo
el mismo, relativamente hablando.
Que uno tenga que enfrentarse a
la obligación -¿o es una opción? Todavía no estoy segura- de pensar sobre el
futuro puede ser a) muy fácil o b) extremadamente complicado. Encuentro
improbable encontrarse en el medio.
Entonces, uno toma la
alternativa a) o la b) y sigues con tu
vida, quieras o no. Y una universidad no es mi vida, ni una carrera o un año
sabático, el tema es “qué hacer con mi vida” y toda la patraña existencial y
filosófica que lleva consigo. Si hay suerte, lo descubres en algún momento. Si
tienes el valor suficiente, aceptas y declaras tu ignorancia. Si no, decides y esperas estar seguro.
Y es el futuro de lo que no
quiero pensar, precisamente, porque se me hace más difícil levantarme en las
mañanas y es más fácil seguir aplazándolo. Eso me trajo aquí –a este momento y
a estar escribiendo esto – y a la opción b).
Creo explicarme. Sigo corriendo
detrás de la micro - ¿o es adelante? Ya no entiendo muy bien las direcciones. –
y, todavía, solo para que se pase, para encontrarme con el paradero vacío y a
otra persona que también se le pasó. El punto no es el que se haya pasado la
micro, uno puede dejarla pasar o correr más rápido y alcanzarla, es el correr
con esa desesperación incoherente por lo que sabes que va a pasar de nuevo en
15 minutos. Y después, mirar atrás y encontrarte con cientos de cuerpos con tu
cara.
Por eso dudo si llegamos a seguir siendo los mismos.
Dejamos cuerpos atrás, cuerpos que usaron tu cara, o que más bien, que tú los
usaste. Quizás una cara un poco distinta, una sonrisa más alegre o menos
torcida, o una con el ceño menos fruncido, una con ojos menos soñadores y una
un poco más sabia - ¿o maltrecha? - . Cuerpos como cáscaras vacías que se
quedaron en el recuerdo de todos los que conocimos y que quizás dejamos atrás.
Dramático, ¿no? Lo encuentro cierto, de todos modos.
Pero, si me fijo bien, estos cuerpos no son lo único que
encuentro cuando miro hacia atrás
buscando a otras personas que corrieron por la micro - ¿o seguimos
corriendo? -. Veo también una manada de simios apestosos con la respiración
agitada que corrieron detrás de micros distintas a la mía. Apesto yo también.
Asquerosos y disgustantes monstruos que no reconozco más que a un reflejo en
agua turbia. Y aun así, corrieron con la misma desesperación que una presa a
punto de ser comida, que corrieron por algo inevitable, y aunque no lo parezca, en algún modo
retorcido y hermoso, corrieron igual que yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario