Otro día, abro
los ojos, me aseguro que no haya algo delante de mí, con un rápido movimiento
de cabeza y ojos examino mis costados, nada. ¿Despejado? Me siento y creo que
todo está bien, pero no me puedo relajar, aún hay peligro por ahí. ¿Quién sabe
si me dejaron una trampa mientras dormía? No puedo moverme todavía, no sé qué
puedo pisar en este frío y desolado piso. Creo que está bien dar un paso hacia
la puerta. ¿Me oirán llegar ahí? Mejor no lo doy y escucho el aire. Las voces
se filtran a través de las gruesas paredes, el de la izquierda se prepara para
partir a su muerte como todas las mañanas, abajo se escuchan las voces de los
jurados diarios en el tumulto de la calle.
¿Hoy lo haremos lo suficientemente bien u otros como yo morirán? Camino
con cuidado a la ducha, sin hacer ruido alguno, no quiero alarmarlos de mi
presencia. No podrían algo en mis cosas de baño, ellos también las usan. Al ir
a la cocina veo al primer asesino pasearse, danzando le pone sangre a su pan,
no quiero ver el frasco del cuerpo. Intento respirar lo más normal posible,
tengo que pasar desapercibido. ¿Se fijarán en mi hoy? Quizás llevo la corbata
torcida y me llaman por mi nombre en la otra celda a la que me veo arrastrado
todos los días. La corbata me ahorca, los ojos de las serpientes me atan a mi
silla eléctrica, me rodean y comentan de otros. Cuidadoso presiono las teclas.
¿Me dejarán vivir otro día? Esta vez sí, les di lo que querían, un trabajo, un
informe, un papel, así que me dejan en paz. Otro día en el que salvo mi cuello,
pero no estoy tranquilo, nunca lo estoy. De vuelta, los jurados diarios los
llaman vagones, yo, cajas de tortura que se mueven y están llenas de
serpientes, a veces veo a un torturado como to. Llego de nuevo, el asesino de
la mañana no está, quien se preparaba para su muerte sobrevivió también, quizás
descubrió como sobreviví hoy, me espía;
el otro asesino, la serpiente, que no vi en la mañana me saluda con una
amenaza en la mejilla, le devuelvo una
mueca sonriente para esconder mi miedo a sus colmillos y se va moviendo su
cascabel despreocupadamente, las serpientes como ella les agradan a los jurados
diarios. Suspiré al cerrar con fuerza cada uno de los cerrojos que me mantienen
a salvo durante el tiempo en el que me confino. Las paredes blancas de la Elda
me relajan un poco, quizás al ponerme al pijama no me encuentre con veneno en
él, quizás al meterme en la cama no me encuentre con púas en ella y quizás
mientras duerma no me apuñalarán por la espalda. Quizás realmente sobreviví
otro día.
Escrito en algún momento entre 2012-2013domingo, 7 de mayo de 2017
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