Suele ocurrir en las tardes hasta
media noche, o a veces, solo en esa hora del atardecer en la que el aire se
siente liviano y la temperatura baja.
Lo que ocurre es que el aire se
llena de melancolía, digo literalmente
se llena de melancolía, llega a ser tangible. Fue en esos días en los que
comprendía que la melancolía es un polvo fino que es transportado por el
sonido, se pega a los pulmones como alquitrán.
Un músico vive cerca de la casa.
Estoy segura que la música para él es un pasatiempo, pero eso no lo hace menos
músico. Toca saxo en esas horas, quizás ese instrumento es la fuente del polvo
acústico o quizás son sus dedos al tocar; no creo que pueda llegar a decidirme
en ese asunto.
Digo que es músico de pasatiempo
porque es evidente que está aprendiendo el saxo, no a tocarlo, sino de él. Además, solo toca fuera del
horario de oficina.
He notado que siempre toca la
misma parte de la canción, una y otra vez. No creo haberlo escuchado tocar una
canción completa, solo notas largas de la parte más decadente de la canción que
haya escogido para el día. Su música lleva el polvo melancólico a quien pueda
oírlo. No sé si sea consciente del efecto que tiene en la gente.
Me gusta sentarme a escucharlo
con un cigarro en la boca, y una pequeña sonrisa cada vez que se equivoca y
vuelve a empezar.
Descubrí que se escucha mejor
desde la ventana del segundo piso un día mientras hacía aseo.
Nunca he logrado verlo, quizás es
un ella, quizás es ninguno o ambos, quizás es un niño pequeño; en lo que a mí
respecta, quizás ni siquiera es humano.
Imagino una cara distinta cada
vez que le oigo tocar.
Hay veces en las que, con un poco
de suerte, miro el tejado y logro ver el polvo levantarse lentamente y al son
del saxo. Al momento siguiente generalmente estornudo y me siento melancólica,
o nostálgico, depende del día y la de la canción, a medias.
Como solo he visto su tejado, he
llegado a pensar que es realmente el tejado el que toca el saxo, o que la o él
saxofonista está sentado entre las tejas del lado de la casa que no logro ver,
oculta por los árboles o el brillo del sol.
Cuando termina de tocar siempre
es de manera abrupta, creo que se frustra. Casi llego a escuchar el estuche
cerrarse, intentando aspirar el polvo dentro del tubo del saxo, pero siempre
queda, al final, algo en mi garganta.
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