domingo, 7 de mayo de 2017

Gala

Las copas chocaron.
Los lujos parecían ser algo imprescindible en este momento. Todo tenía que brillar, brillar tanto que disminuyera el brillo de los fuegos afuera.
Este era quizás el momento más hermoso de la historia humana.
Nadie nunca imaginó que la música sonaría tan alta. Los violines gritando a todo pulmón inexistente que el fin se acercaba y todos disfrutaban su melodía.
Los susurros de un nuevo orden se extinguían progresivamente, así como toda esperanza y todo deseo.
Solo se escuchaban recuerdos de viejas rivalidades contadas con cariño, como anécdotas de la infancia.
Sonrisas perfectas en emoción llenaban el salón. Piernas se entrelazaban en un baile que solo existía por el frenesí de la melodía, en la pasión de cuerpos rozándose con apenas una delgada tela entre ellos y mientras cientos de ojos se posaban sobre cada una de sus curvas humanas.
Entonces ella alzó el brazo y en su mano descansaba una copa de champagne. La formalidad dictaba cuantas burbujas subían a la vez, solo para reventarse un momento después.
Chocó un cuchillo – elegante, afilado, inmaculado – contra la copa.
Todas las miradas se posaron sobre ella, atentos a la gracia de sus movimientos. Los instrumentos pararon, primero los de viento, la percusión, y por último las cuerdas, poco a poco, una por una cerraron sus gargantas de crin.
Ella se levantó. Una sonrisa radiante sobre su rostro.
Había que celebrar.
Por fin había llegado el día. El día en que las distinciones ya no importaban. En que la mayoría era nada. En que ya no habían cúspides culturales, sin imposiciones morales.
El día en que ya no habían orgasmos intelectuales para correrse sobre la academia. Solo cuerpos, solo mentes. Solo un acto de empatía sobre entes libres de una dominación anteriormente intrínseca. Había llegado el día en que a nadie le importaba.
Ella sonrió de nuevo. Sus dientes torcidos más bellos que nunca, en un atardecer anaranjado y entre espectadores que le devolvieron la sonrisa, orgullosos.
 Se alzaron todas las copas, ella su epicentro.
- ¡Quizás este es el último año del mundo! – gritó, su lengua retorciéndose en carcajadas joviales, victoriosas.
Los demás la miraron con ternura mientras se unía con la masa.
- ¡Por el último año del mundo! – le corearon.
Tras el último sonido de sus gargantas tras beber – devorar, destrozar, consumir – la champagne. Tras la última copa resonar tras la colisión, tras el último golpe del reloj-

Tras todo eso observaron el cielo volverse púrpura, mientras el sol desaparecía, mientras la última bomba caía. 


Escrito el 19/12/16

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

07-09-2018

I feel bitter I feel like a dirty old rag that only bickers I should get that whiskey to feel as shitty as I deserve