domingo, 7 de mayo de 2017

Viejas

Lentamente llegaban las viejas, algunas en prendas como harapos, otras con faldas apretadas y finas chaquetas de mezclilla, con bajos y altos tacones. Las seis mujeres cerraron la puerta tras ellas y se apoderaron de la mesa de roble barnizado. Múltiples ceniceros estaban desparramados juntos y separados, algunos habanos se prendieron y otros cigarros también. Una de las viejas sacó una botella de whiskey y varios vasos, no todas aceptaron. Pronto la habitación se tiñó e inundó por el humo del tabaco espeso y caliente, entonces los preparativos terminaron.
                Se sentaron y de los cajones ocultos en el roble emergió una baraja de cartas antiquísimas, hermosas decoraciones las surcaban y el olor de los años y otros tiempos estaba impregnado. Algunas chaquetas de mezclilla cayeron al suelo y algunas hebillas de cinturón se aflojaron. Una mano huesuda revolvía las cartas con habilidad y destreza mientras la boca sostenía la colilla casi extinta de un cigarro consumido con esmero. Las cartas volaron a las manos ansiosas, ocho a cada una, luego reposaron al centro de la mesa y las ágiles pero oxidadas manos de las seis mujeres comenzaron a intercambiar cartas con el centro, a intercambiar miradas acorraladas, otras satisfechas y complacidas, solo un par de pokers de asomaban en las caras.
                Luego una de las mujeres golpeó la mesa gritando, dos mujeres se habían pasado cartas por debajo para arruinarle la partida, el whiskey se derramó, perdiendo las manos entre las cartas. Otras dejaron sus manos y los cigarros aparte para sujetar los brazos de la encolerizada mujer histérica por haber sido arruinada cruelmente y engañada.
                El reloj de la pared marcó las ocho, las campanadas pasaron y todas, automáticamente, soltaron las cartas, bebieron todo el whiskey  y apagaron todo lo que fuese que hubieran fumado, esas dos horas habían acabado vacíamente.  ¿A quién le importaba la pelea? La partida había terminado y debían volver a sus vidas. Cuando cruzaron la puerta se encorvaron, dos se pusieron lentes de botella que solían usar, una se bajó la falda hasta debajo de las rodillas y se ató los zapatos, otra se levantó las medias, la que había gritado se ajustó el cinturón, la última cambió su dentadura postiza por una más amarillenta y roída, cerró la puerta con llave y esta la colgó del pomo oxidado, las tablas crujían a medida que abandonaban el desván.

                ¿A quién se importaría entrar donde unas viejas alcanzaban a vivir un par de horas a la semana?


Escrito entre 2014-2015

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07-09-2018

I feel bitter I feel like a dirty old rag that only bickers I should get that whiskey to feel as shitty as I deserve